En el comienzo de los tiempos, una delgada línea dividió lo
creado…
La Luz y la Oscuridad fueron separadas,
el Cielo y el Abismo colocados a uno y otro lado,
y todos los opuestos enfrentados, sin poder tocarse.
La poderosa muralla, etérea pero implacable,
doblegó todas las fuerzas…
nada se le opuso… nada.
Ella aún persiste en nuestros días, desapercibida para los
distraídos,
pero para los que pueden ver lejos, se muestra recostada en
la lejanía,
inmóvil, como dormida, pero dividiendo por siempre lo creado.
Alberto Dumont © 2014
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